Ya hemos oído muchas veces que son necesarios cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho para mantenerse y doce para crecer como personas. Si repaso esta lista llego a la penosa conclusión de que... ¡no sé cómo estoy vivo aún! Es difícil comprender por qué siendo algo tan nutritivo no somos muy dados a tan sana costumbre. Contextualizamos los abrazos y los etiquetamos (nos encanta etiquetarlo todo), familiares, amorosos, amistosos, de trámite, de mírame y no me toques, etc. Yo propongo otra categoría: el "universal", donde somos conscientes de que al entregarnos sin reservas en el abrazo sentimos que no estamos abrazando a otro, ¡sino a nosotros mismos y a todos nuestros hermanos, con los que formamos una unidad indivisible! Eso sí, procurando abrazar siempre donde nuestro corazón va a tocar el corazón del otro ("por la derecha")
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