lunes, 30 de septiembre de 2013

Francisco

No sé a ciencia cierta cuál será el futuro del camino que al mundo esbozas,  sólo quisiera sentir en mi la sinceridad diáfana de tu mensaje, confiar en tu abrazo aperturista y cálido y brindar por la fortaleza de tu ánimo renovador. Y por supuesto procuro no esperar lo que yo mismo no sea capaz de remover en mi interior y compartir con los que me acompañan. No envidio tu papel al timón de una barca que hoy ni el mismo San Pedro reconocería. Dos mil años de navegación en tan procelosos mares han dejado maltrecho, no solo velamen y aparejos, sino que incluso las cartas de navegación han quedado obsoletas.  Y cualquiera puede aventurar que entre tu misma tripulación se esconde la desidia, el oscurantismo, la corrupción y la incoherencia.  A pesar de todo,  procuro no juzgarte, de veras, ni a ti ni a los tuyos, pues hermanos míos sois, espejos fieles de mi propia inmadurez espiritual. Como yo, por tanto, empecinados en tergiversar el mensaje del Maestro, construyendo un lujoso edificio donde una humilde choza bastaría.

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