miércoles, 13 de febrero de 2013

Habemus abdicatio

Benedicto XVI dimite. Está cansado y desanimado. Cuando escuché la noticia me quedé perplejo: ¿el Vicario de Cristo desanimado? Poco o nada entiendo de teología (cristiana o de cualquier tipo) y sus entresijos, pero yo tenía considerado al Santo Padre por un ser "especial", no sólo un ser humano como  cualquier otro cristiano, asistido por tanto de una fuerza y una luz sobrenatural.  Algo no me cuadra del todo. No es que me parezca mal su nueva condición de jubilado, de paseante vigilante de obras como tantos compañeros de senectud suyos, cuando el cuerpo no acompaña hasta un liviano báculo puede parecer un sólido madero para caminar. Su antecesor en cambio, quebrado de cuerpo hasta la extenuación, exhaló su último aliento con el sello papal en su mano. Como digo, se me escapan, por tortuosos los quehaceres divinos en los que a mi juicio no dejan de ser maquiavélicos juegos de salón cardenalicios, difíciles equilibrios de poder entre las distintas facciones que como en todo grupo existen. Al final siempre me quedará el interrogante de qué quiso decir realmente el Maestro en Mateo 16-18: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia."

2 comentarios:

  1. A mi modo de entender, esta abdicación es una muestra de la luz que le asiste. Si el anterior cumplió con estoicismo su función, éste no es menos. Con su gesto muchos aprenderán a no aferrarse a lo terreno, comprenderán que lo más importante es tener paz; algo que no se produce si te dejas comprar, si no eres auténtico, honesto contigo mismo.
    Aprender a escuchar el corazón y el alma.

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  2. Totalmente de acuerdo, anónimo. Es asumir la limitación y ser generoso: por encima del bien personal está el bien de la Iglesia a la que se sirve. Ahora Benedicto XVI realizará su servicio de otra manera. Es digno de mi más profundo respeto.

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