Por más lunes que lleguen sigue pasmándome sobremanera el entusiasmo desplegado por mis compañeros de trabajo en comentar la jornada futbolera del día anterior. Vaya por delante mi respeto a todos-as, a sus aficciones y pasiones, a sus sufrimientos de hinchas ejercientes, a sus alegrías colectivas en pos de un liderato liguero que se acerca. Sin embargo también he de decir que, mientras asisto impasible a la inacabable dialéctica entre madridistas y colchoneros, culés y los "manquepierda", imagino una realidad alternativa donde todo ese caudal arrollador se encauzara hacia otros puertos para mi más sugerentes: hacer que el otro descubra su propia sabiduría sin imponerle la propia, conseguir que descubra quién es realmente a través del testimonio vital que no busca nada, acompañar su caminar sin enjuiciar sus pasos, en definitiva, AMARLE.
Me siento en un paisaje similar cada lunes, o cada día que hay uno de esos 'grandes encuentros'. Aún sin comprender el forofismo que desata ver correr a unos hombres tras una pelota, respeto su forma de distraerse, o mejor dicho, de evadirse; pero al igual que tú, también sueño con una realidad distinta donde el río de la profundidad de la vida se manifieste.
ResponderEliminar¡Oh, juegos que entretienen... y adormecen!