lunes, 29 de octubre de 2012

Sube a nacer conmigo, hermano

Hoy no encuentro mejor forma de definir lo que quiero transmitir que tomar prestado a Pablo Neruda un ratito, unos versos poderosos, inmaculados en su eterna frescura, todo un ideario del alma para tener presente en esta semana que se despereza:


“Sube a nacer conmigo, hermano.  Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado. No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo. No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.  Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena, eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis, ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos, como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza. Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes. Acudid a mis venas y a mi boca,
Hablad por mis palabras y mi sangre.”

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