domingo, 24 de febrero de 2013

Serenos

Regresaba yo a mi domicilio a altas horas de la madrugada, y no sé si por la helada incipiente que dificultaba mis movimientos o por mor del agitado ocio nocturno precedente, al intentar insertar la llave en la cerradura me acordé de aquella honrosa profesión que tanto bien hizo por el bienestar de los noctámbulos durante décadas. Con su tintineante cantinela acudían solícitos a tu llamada, y en un periquete te franqueaban el paso. Algo me dice que los niños de hoy no querrían ser serenos, la magia inherente a su trabajo de conseguir que cada mochuelo regrese sano y salvo a su olivo, así sin smartphones ni tablets, sin gameboys ni wifis, no creo que los seduzca en lo más mínimo. Y es que para ellos es otro mundo, otro planeta, casi casi otra galaxia. Aun a riesgo de plasmar otra "batallita del abuelo", echo de menos no haberlos conocido, dormirme arrullado por el confortable llamado en mitad de la noche: ¡serenoooooo!.

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