miércoles, 30 de enero de 2013

D. Agustín

Hace dos días falleció un profesor que me dio clase a los 11 años. Su partida ha traído a mi memoria aquellos felices años de la niñez, cuando todos parecíamos invulnerables, y cada día sólo era una nueva ocasión para correr aventuras. Y como referente imprescindible estaba D. Agustín, aunque a él no le gustaría ese don, siempre supo compatibilizar magistralmente su autoridad como docente con la cercanía y hasta la complicidad en no pocos episodios de pifias varias de sus alumnos. Y aunque pasaron los años y dejé de verlo por mor de la lejanía física, sus cartas y consejos me lo acercaban de nuevo, como amigo fiel que nunca dejó de serlo, con su sonrisa franca y sana que animaba cada reunión con su presencia, con su forma de entender la educación como un proceso integral y abierto, con su desbordante ilusión por la vida y la docencia (no he visto muchos profes que aúnen las dos cosas), alguien que deja huella, y duradera. Queda en paz, viejo amigo.

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