“(…) Piensa en la liberación que te brinda el reconocimiento de que no
estás atado a las extrañas y enrevesadas leyes que has promulgado para que te
salven. Crees realmente que te morirías de hambre a menos que tengas fajos de
tiras de papel moneda y montones de discos de metal. Crees realmente que una
pequeña píldora que te tomes o que cierto fluido inyectado en tus venas con una
fina aguja te resguardará de las enfermedades y de la muerte. Crees realmente
que estás solo a no ser que otro cuerpo esté contigo.
Tú las llamas leyes y las anotas bajo diferentes nombres en un extenso
catálogo de rituales que no sirven para nada ni tienen ningún propósito. Crees
que debes obedecer las "leyes" de la medicina, de la economía y de
la salud. EI cuerpo se ve amenazado por
la mente que se hace daño a sí misma. El cuerpo sufre sólo para que la mente no pueda darse
cuenta de que es la víctima de sí misma. El sufrimiento corporal es una máscara de la que la mente se vale para
ocultar lo que realmente sufre. No quiere entender que es su propia enemiga; que se
ataca a sí misma y que quiere morir. De esto es de lo que tus leyes quieren
salvar al cuerpo. (…) “
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